El factor más influyente que determina la autoestima todo el tiempo y que muy a menudo no tenemos en cuenta son las ideas, las creencias, los pensamientos.
La autoestima es esencial para la supervivencia psicológica. Sin cierta dosis de autoestima, la vida puede resultar enormemente penosa, haciendo imposible la satisfacción de muchas necesidades básicas.
Autoestima y capacidad de juicio
Uno de los principales factores que diferencian al ser humano de los demás animales es precisamente la conciencia de sí mismo, es decir la capacidad de definir quién es y luego decidir si le gusta su identidad o no. El problema de la autoestima está en esta capacidad humana de juicio.
Cuando se rechazan partes de uno mismo, se dañan considerablemente las estructuras psicológicas que le mantienen a uno vivo. El juzgarse y rechazarse a sí mismo produce un enorme dolor al mismo tiempo que se asumen menos riesgos sociales, académicos o profesionales.
La persona tiene más dificultad para relacionarse con la gente, entrevistarse para un trabajo, o perseguir algo en lo que se pudiera no triunfar. Uno limita su capacidad de abrirse a los demás, expresar su sexualidad, ser el centro de atención, atender a las críticas, pedir ayuda o resolver problemas.
Para evitar nuevos juicios y autorrechazos se levantan barreras defensivas, y de ahí vienen a surgir la culpa, la ira, el perfeccionismo, la evitación, a veces incluso las adicciones. En definitiva un rosario de disfunciones de índole psicológica que provocan un intenso sufrimiento y que llegan a incapacitar para una vida razonablemente sana.
Las causas de la autoestima
Muchos investigadores han interrogado a millares de personas de diversas edades y situaciones, intentando conocer cuál es la causa la autoestima, de dónde procede.
Los estudios de niños pequeños muestran claramente que el estilo de crianza de los padres durante los tres o cuatro primeros años determina el nivel de autoestima inicial del niño. Después de esto, la mayoría de estudios de niños mayores, adolescentes y adultos comparten una confusión común: ¿cuál es la causa y cuál el efecto?
El éxito académico, ¿fomenta la autoestima, o es la autoestima la que fomenta el éxito académico? ¿Se agradan a sí mismas las personas porque funcionan bien en las entrevistas de empleo, o rinden mejor en éstas porque se agradan a sí mismas?
Éstas son las preguntas clásicas del huevo y la gallina, y del mismo modo parece que la autoestima proviene de las circunstancias de la vida, y estas circunstancias de la vida están decisivamente influidas por la propia autoestima.
¿Qué fue primero? La respuesta a esta pregunta nos ayudaría a entender cómo actuar para elevar nuestra autoestima. Si las circunstancias externas determinan la autoestima, entonces todo lo que se tiene que hacer para mejorar ésta es mejorar las circunstancias, algo que es muy a menudo imposible.
La única esperanza entonces es que las cosas sean al revés, es decir, que la autoestima determine las circunstancias. Esto significa que si usted mejora su autoestima, mejorarán sus circunstancias, escenario también muy poco probable.
Autoestima y pensamientos
La realidad es que la autoestima y sus circunstancias están relacionadas sólo indirectamente. Hay otro factor influyente que determina la autoestima todo el tiempo y que muy a menudo no tenemos en cuenta: las ideas, las creencias, los pensamientos.
Si al mirarse al espejo piensa: “Estoy gordo. ¡Qué asco!”. Este pensamiento azotará su autoestima. Si al mirarse al espejo pensase: “¡Bien, muy bien, no me queda mal el pelo así!”, el efecto sobre su autoestima sería el opuesto. La imagen en el espejo sigue siendo la misma. Sólo ha cambiado el foco de atención de sus pensamientos. En cualquier caso, no cambian las circunstancias, sino sólo la forma de interpretarlas.
El objetivo de la terapia psicológica es precisamente ese: Ayudarle a crear nuevas afirmaciones de sí mismo, positivas, pero ante todo objetivas, que fomentarán su autoestima en lugar de socavarla.